martes, 19 de noviembre de 2013

No Quiero Olvidar

  ¿Qué será de nosotros si no existe más? Sé que es una postura egoísta, pero me parece horrible la idea de que la muerte, a pesar de ser sólo una parte del círculo elemental de la vida (que es movimiento, cambio), sea un definitivo final para nuestra individualidad; es horrible la idea de que no haya algo más, y tras la muerte simplemente dejemos de existir, o nos fundamos en algo que carece de divisiones, y perdamos nuestra patéticamente diminuta y confundida personalidad (que a pesar de eso resulta extremadamente hermosa y satisfactoria) para formar parte de algo más universal.
  Si morir es cambiar, no tengo problemas con eso, pero si morir es dejar de existir o renunciar totalmente a la individualidad, no quiero hacerlo jamás (porque sin dudas es hermoso sentirse anónimo, parte de todo, pero quiero hacerlo sabiendo también acerca de mis diferencias con lo demás; necesito la diversidad, que no es división, sino cambio; si todo y todos somos lo mismo, no hay cambio, por lo que no habría vida, y la existencia sería demasiado triste, sería muerta). Todo lo que he sido, lo que conocí, lo que recibí, ha quedado recolectado en forma de recuerdos dentro de mí, y por algunos de ellos no me preocupo, a algunos ni siquiera los quiero, pero otros son hermosos, y además de amarlos, los necesito. No quiero que desaparezcan, así como desaparecieron del presente las situaciones, los sonidos, las fragancias, las sensaciones, y las personas con las que están construidos.
  Quiero ser esto que moldearon los pensamientos de mi propio cerebro, mis experiencias, mis viajes, mis errores, mis aciertos, mis miedos, mis alegrías, mis conocidos, mis amigos, el amor que di y el amor que he recibido… Y aunque use adjetivos posesivos para referirme a todas estas cosas (aunque me parece feo tener que llamarlas “cosas”), ninguna me pertenece, porque yo soy mi única pertenencia, ni siquiera soy lo que hago, y de hecho ni sé muy bien qué es lo que soy, o mejor dicho dónde está eso que soy, pero soy lo que todo eso ha construido a lo largo de los años, y seguirá construyendo, y destruyendo también, porque de eso se trata, del cambio, de la recomposición. 

viernes, 8 de noviembre de 2013

Si Me Voy Pronto

  Por si me voy pronto, toma mi mano y sostenla mientras los grillos empiezan a llorar las primeras estrella.
  Por si me voy pronto, dime lo que estás pensando, lo que sientes cuando mis ojos le piden cobijo a los tuyos y mis dedos se refugian entre los tuyos para escapar de la paranoia y la incredulidad.
  Por si me voy pronto, descansa tu cabeza en mi hombro, tus labios en mi mejilla, y hazme saber que valió pena venir aquí, porque todas las heridas se convertirán en calma blanca cuando pases por mí.
  Por si me voy pronto, destruye tus secretos en mis oídos, para volver a reconstruirlos juntos y que no pesen tanto dentro de tu pecho.
  Por si me voy pronto, lléname de tu voz, cántame la canción que tanto conocemos, susúrrame la paz, cuéntame la felicidad, conviérteme en un simple oyente maravillado por la belleza.
  Por si me voy pronto, acércate y déjame ver tu rostro, la humedad de tus ojos arrastrándose lentamente por tus párpados pero sin llegar a tus pestañas, las líneas de tus labios oscureciendo el rosa, los lunares decorando tus mejillas y tu cuello, tu pecho elevándose durante las inhalaciones y relajándose al suspirar, los dedos de tus pies jugando con la casualidad de hacer algo sin siquiera darte cuenta.
  Por si me voy pronto, escucha todo lo que tengo que decirte, incluido lo que preferiría que no supieras, e intenta comprenderlo, porque la forma de mis pensamientos y mis sentimientos se amputa y se contamina con lo concreto de las palabras, y tal vez también con lo abstracto de los miedos.
  Por si me voy pronto, acompáñame esta noche, regálame un insomnio dulce, un sueño real que me quite la necesidad de dormir, que esté a mi lado al abrir los ojos, que pueda sentirse al rozar mi piel y al mecerse por el aire.
  Por si me voy pronto, abrázame, deshazme entre tus brazos y llévame a ti, quiero pasar ahí el resto de mi tiempo.
  Por si me voy pronto, hablemos, charlemos de lo que sea, riamos, miénteme tonterías, inventa cursilerías, y escucha las mías, juguemos.
  Por si me voy pronto, no pienses en el pasado, no te pido que perdones mis errores, concédeme el presente para no volver a tener la necesidad y la tentación de disculparme.
  Por si me voy pronto, no hace falta que me ames, sólo te pido que aceptes todo mi amor, porque no quiero llevármelo conmigo, quiero dejarlo aquí, donde pertenece, contigo.
  Por si me voy pronto, sonríeme y hazme saber que en realidad sólo estoy loco al decir todo esto, porque jamás podrías permitirme partir...

viernes, 1 de noviembre de 2013

Tratarnos Bien

  Voy a concederme el capricho de escribir las siguientes palabras con la soberbia de creer que son la verdad universal de esta realidad, porque necesito hacerlo de esa manera para sacar de mí algunas pesas agobiantes.
  No tenemos ni la más cercana idea de cuán sensible es una persona, de cuán frágil es su mente, y de cuánto pueden vulnerar a su estado de ánimo los factores externos. Y no importa si esto es así por causas hormonales, por procesos físicos, químicos o fisiológicos en nuestro cuerpo, por un creador que así lo quiso, la cuestión es que es así, y por eso, lo que debería ser lo verdaderamente importante es el intentar no dañarlas, no dañarnos.
  ¿Cómo nos tratamos entre las personas? Creo que ahí radica el verdadero problema de la humanidad, esa es la raíz de todo. ¿Cómo pretender convencer a alguien de cuidar a los otros animales o al medio ambiente, si ni siquiera se preocupa por los que considera sus pares más cercanos, o incluso tampoco por sí mismo?
  No conocemos a las otras personas, porque alrededor de cada una de sus palabras, de sus acciones, de sus gestos, de sus creencias, hay toda una red de cadenas de experiencias, de recuerdos que fueron acumulándose a lo largo de toda su vida, y que además fueron construyéndose según la propia manera de reflexionar de cada uno. Por eso jamás podremos comprender qué pasa en la mente de los demás, o por qué, o cómo. Debido a esa incomprensión es que debemos ser cuidadosos, porque no sabemos qué mínima palabra, expresión o gesto que llevemos acabo podría anudar o desanudar de manera peligrosa esas cadenas de pensamientos, así como también podría hacerlo de manera beneficiosa. Los sentimientos dependen mucho de esos pensamientos, y la salud depende mucho de los sentimientos. Creo que cosas como los gritos, los comentarios sarcásticos o burlones, y las verdades en estado bruto son las maneras más peligrosas de tratar a alguien. Cualquier falta de respeto también es peligrosa.
  Cariño. Suavidad. ¿Qué tanto nos cuesta comprender esas palabras, y el impacto que podrían tener en el mundo, en las personas que nos rodean, si llenáramos nuestras acciones con ellas? Ni nos imaginamos cuánto más llevadero podemos hacer el día de alguien con una simple sonrisa al cruzarlo en la calle, o con un pequeño cumplido (siempre sincero) o reconocimiento a cualquier virtud que demuestre, por pequeña que sea. A veces las personas hacen muchas cosas buenas o bien, y que alguien se los reconozca es como darle un poco de energía nueva para que continúen así, o incluso para que mejoren; muchos pueden rendirse si ven que nadie parece darse cuenta de lo que hacen, porque así reciben la sensación de que no están haciendo nada útil.
  No estoy hablando de alabanzas y adulaciones, sino de respeto, amabilidad, y sinceridad. Si pensamos algo bueno de alguien, si alguien significa algo para nosotros, ¿por qué no hacérselo saber? Tal vez no lo necesite, pero tal vez sí, y tal vez no le importe, pero tal vez le haga bien, y fuese como fuese, de cualquier manera sí nos haría sentir bien a nosotros expresarlo.
  Tratarnos bien. Intentar no lastimarnos, o lastimarnos lo menos posible. ¿Tan difícil es? Realmente sí. Quizá no estemos preparados para actuar de esa manera, pero aún si nuestro cuerpo y nuestra mente estuvieran diseñados para sobrevivir sin importar la supervivencia del otro, ¿por qué no cambiar eso? ¿Dónde está el libre albedrío del que tanto nos enorgullecemos si en realidad nunca contradecimos a la naturaleza? Quizá tratándonos bien no necesitemos muchas otras cosas, y la ciega avaricia que gobierna a tantas personas hoy no nos llenaría de problemas a nivel mundial.
  Yo no sé lo que piensan los demás, pero aún si somos sólo dos o tres "tontos" los que queremos vivir así, aún si soy yo el único "idiota" que quiere dejar la menor cantidad de "mierda" posible al pasar por este mundo, voy a esforzarme por lograrlo, porque quisiera que este mundo fuera un sitio mejor, y esa es mi manera de transformarlo, o en otras palabras, mi patético "granito de arena" para intentar mantener satisfecha a mi conciencia.