Todo comienza con una pregunta. Te sientas en cualquier lugar, en el pasto, recostado sobre un árbol, en el suelo, en un asiento convencional, o te quedas de pie.
"Es sólo una pregunta", crees, "será sólo un momento", y empiezas a buscar la respuesta mientras tus pupilas deambulan por el lugar sólo para mantenerse ocupadas. También es posible que cierres tus párpados, para que no vayan a desconcentrarte demasiado.
No sabes si fue sólo un segundo o un par de minutos, pero la respuesta a dicha pregunta llega, y antes de que puedas decir "bien, ahora me levanto y sigo", te das cuenta de que no ha venido sola, trajo con ella no una, sino dos preguntas más, y ahora debes conseguir otras dos respuestas.
"Bueno, un poco más tampoco me hará daño", sigues creyendo, y continúas así hasta que logras ubicar esas dos nuevas respuestas que estabas buscando.
Entonces te asombras, porque cada una de ellas ha traído dos preguntas más, y ahora tienes que buscar otras cuatro respuestas. Aquí es donde te das cuenta de lo equivocado que estabas.
Casi sin percatarte, has conocido el círculo vicioso del pensamiento, y no sólo eso, también te has sumergido en él, y empiezas a emborracharte, porque una vez que lo pruebas, es imposible dejar de saborearlo, y lo haces en cualquier lugar, en cualquier momento, cada vez con más frecuencia y con más concentración...
Lo siento compañero, ya eres un adicto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario