—Debe haber
cosas que puede hacer —dije distraídamente.
—Sólo puedo
hacer lo que ahora: sentarme y mirar pasar el tiempo, los veranos, las nubes,
los inviernos…
No respondí
nada, y cerré los ojos para intensificar la suavidad de una cálida brisa.
—Pero esta no es
una mala vida, aquí puedo disfrutar a la madre naturaleza —agregó ella.
El perro se
acercó a ella, y moviendo la cola se sentó para que empiece a acariciar su
lomo. Luego se sumó Soleil, sentándose frente a la anciana y acariciando
también al perro, que se llamaba Guau.
—¿Ustedes cómo
han terminado aquí, jovencitos?
—Nos escapamos
de casa —le respondió ella.
—Mi hijo también
se ha escapado de su casa, la cambió por la ciudad. Pero estoy seguro de que
regresará… Todo regresa al lugar del que ha surgido. Incluso ustedes lo harán.
—Toda regla
tiene excepciones —comenté.
—No jovencito,
esa no es ninguna regla, es una verdad.
Soleil no decía
nada, mantenía su mirada baja y sus manos en el animal.
—Oh… —expresé sarcásticamente, aunque no
sé si la anciana entendió esa expresión.
—Los años van
mostrándote verdades que no puedes contradecir, no importa lo necio que seas.
—Los años sólo
son años… En dieciséis años se puede aprender muchísimo, pero la mayoría de los
que han vivido esa cantidad de tiempo son unos idiotas —dije, y Soleil me miró,
sabía porqué lo decía.
—Parece
jovencito, que te gusta criticar a los que saben más que tú…
—Usted cree
saber más que yo sólo porque vivió más décadas, pero no se aprende de lo que se
vive, se aprende de lo que se piensa.
—No creo que
alguien sepa más que otros —se unió a la discusión Soleil—, cada uno ve el
mundo desde su perspectiva.
—No importa de
dónde se vea, lo que es negro es negro.
—Si miras el
lago, parece ser de un color azul amarronado, pero si juntas un poco de su agua
en tus manos, te darás cuenta de que no tiene ningún color —dijo certeramente
la anciana, de manera que no la pude contradecir. Tampoco estaba intentando
ganar la discusión o algo así.
—Eso es cierto
—la apoyó Soleil con una sonrisa.
—Pero no es malo
ser rebelde, puede llevarte a aprender un poco más.
—Que
conversación más estúpida —dije y me levanté—… Como si alguien quisiera
aprender algo.
Puse las manos
en los bolsillos y me fui al otro lado de la casa, para estar solo, para estar
tranquilo y callado.
—¿Él es de tu
familia? —le preguntó en voz baja la vieja mientras me iba, pero aún así logré
oírla.
—No, pero aunque
no me guste, él es todo lo que tengo ahora —le respondió aún más bajo Soleil,
pero el viento arrastró el sonido de su voz hasta mis oídos. No sé cómo
explicarlo, pero como que se sintió bien oír eso.
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