Ese sumamente efímero y encantador momento en que enciendes
la radio y sintonizas la primera frecuencia que encuentras, empezando a
escuchar una canción que te hace mover suavemente la cabeza, sin saber quién es
su autor, su intérprete, ni siquiera cuál es su nombre o qué es lo que dice. Es
una maravillosa coincidencia, de esas de “estar justo ahí, en ese preciso
momento”, porque seguramente nunca conocerás ninguno de los datos antes
mencionados, y eso te hace disfrutar de una manera única de los sonidos y las
melodías, porque sabes que estarán allí durante los próximos tres o cuatro
minutos, y luego se irán para no volver jamás… Tampoco, por más hermosa que te
haya parecido, intentas conocerla, porque aunque nadie lo dijo y ni siquiera lo
pensó, esa es la ley del juego: disfrutarla mientras suena. Eso le agrega una
dosis única de encanto, y evita que aparezcan la rutina y la monotonía, pues
convierte el escucharla en una cosa de “una sola vez en la vida”, y todos
sabemos lo maravillosas que son esas oportunidades que podemos saborear sólo
una vez…
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