Soy el hombre más
malvado del mundo. Aún así, podrían no creerme, ya que soy todo un mentiroso,
un hipócrita, un cínico que sonríe amable y encantadoramente mientras esconde
lienzos oscuros y opacos bajo una seda colorida y brillante. Soy capaz de
pronunciar las palabras más hermosas y gratificantes del mundo, sólo con la
intención de hacer creer a los demás que aún quedan personas buenas, sólo para
ver la falsa felicidad que se crea en sus rostros a partir de palabras aún más
ficticias, para saber que sin embargo el dolor sigue corroyendo su interior, y
terminará por destruirlo completamente cuando comprendan que aquel consuelo es
sólo una ilusión; pero soy tan malvado, tan perverso, tan maligno, tan
degenerado, que me encargo de que jamás conozcan la verdad, para que el
sufrimiento los consuma sin que siquiera puedan notarlo. Sin embargo, no
obtengo ninguna recompensa de aquello, ni siquiera la más diminuta sensación de
placer. Por eso soy el hombre más malvado del mundo, porque no me gusta ni
tengo la intención de serlo, porque me comporto de esa manera para que mi
consciencia se sacuda desesperada durante todo el día, y su escándalo no me
permita dormir por las noches, para que el sufrimiento me acose también a mí y
no me deje disfrutar nada, ni el deleite que produce el sufrimiento mismo,
porque mi maldad es pura, y no discrimina entre terceros y yo. Es irónico, es
complejo de entender, y más aún de comprender, debes ser el hombre más malvado
del mundo para lograrlo.
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