jueves, 8 de agosto de 2013

Estrés

  Le di un cabezazo a la alacena. No me dolió. Ni siquiera un poco. Necesitaba descargar la ira que estaba creciendo dentro de mí en forma de tensión muscular y rigidez e inflamación de garganta, quitándole gran parte del lugar a mi capacidad de raciocinio.
  Últimamente, la ira logra hacer erupción a través de mí con mayor frecuencia, y eso no me agrada, me preocupa.
  De niño era algo violento, trataba mal a mis padres y a mis hermanos, y era capaz de golpear a quien me molestara. Al entrar en la adolescencia, me volví un chico tranquilo, de esos por cuyas mentes ni siquiera cruza la posibilidad de insultar a alguien. Tal vez toda la ira producida durante estos últimos años que no encontró ningún resquicio en mi personalidad por dónde salir, se ha acumulado en la cantidad suficiente para ejercer la fuerza necesaria para crearse sus propios resquicios, abrir sus propias grietas y saltar hacia afuera.
  Cuando algo me molesta, todas las frustraciones de mi vida emergen a la parte consciente de mi mente. Es como si al frustrarme porque algo me disgusta, mi cerebro activara la palabra “frustración”, y ésta automáticamente atrayera de entre todos mis recuerdos a aquellos que se relacionan con ella, con esta palabra. Me enfado y recuerdo TODAS mis frustraciones: las personales, relacionadas con mis incapacidades, y las sociales, relacionadas con las incapacidades de la gente que me rodea y la que vive a miles de kilómetros también (me frustra la impotencia respecto a asuntos que me encantaría cambiar pero por los que realmente no puedo hacer nada de nada), y así es como me enfado más, lo suficiente como para que mi cuerpo vea a la ira como a un verdadero problema, y empiece a prepararse para combatirlo (producción de estrés). Este estrés que produce mi cuerpo me exige ser utilizado, haciéndose sentir en cada una de mis partes, y es ahí cuando aparecen las respuestas violentas, porque el estrés es para combatir los problemas, los problemas se combaten para sobrevivir, y la supervivencia se basa en la violencia (superponer la vida de uno mismo sobre la del otro).
  Por esto, el estrés puede ser contraproducente, y en lugar de combatir un problema, se convierte en uno, el cual sólo puede resolverse de dos maneras: evitándolo antes de que se produzca, o poseyendo una enorme autonomía mental para controlarlo y/o permanecer indiferente a sus exigencias.
  Sólo espero tener pan para desayunar mañana.

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