martes, 5 de junio de 2012

Receso Mental

 Aunque no he escrito demasiado y nunca he llegado a hacerlo con una calidad aceptable, ya estoy cansado de escribir acerca del amor, de la vida, de la sociedad, de los valores, de la muerte…
 Necesito escribir acerca de otra cosa para tomarme un receso mental, no hace falta que sea algo original.
 Esa es la razón por la cual voy a escribir acerca de las ventanas:
 Estos objetos tan cotidianos (o no) que van enmarcados en la pared muchas veces pasan desapercibidos, y debe ser porque fueron inventados justamente para ser ignorados, para posar la mirada en lo que hay más allá de ellos.
 Mi cuarto no cuenta con ninguna, y tal vez por eso puedo vislumbrar fácilmente lo importante que son. Aquí siento que estoy absolutamente encerrado, aislado en una cápsula lúgubre (pues tengo dos focos, pero uno ya se fundió y nunca lo he cambiado) y asfixiante, que para colmo también es pequeña. A veces no entiendo cómo siendo claustrofóbico puedo sobrevivir aquí, pero debe ser que al estar tanto tiempo en un lugar así, la fobia va disminuyendo.
 Pero las ventanas no sólo sirven para ver el exterior, también sirven para que los de afuera puedan ver el interior, para que la luz del Sol pueda sublimar la oscuridad y para que al abrirla, en conjunto con el viento, pueda evitar que un cuarto esté totalmente muerto.
 Entonces eso son las ventanas, un objeto a través del cual se intercambian beneficios; un objeto que en sí mismo no vale para nada, ya que necesita estar incrustada en una pared cerrada para ser de alguna utilidad. Aunque al mencionar la palabra “incrustar”, no puedo evitar pensar en si un simple hueco en la pared no puede ser considerado una ventana. Sí, efectivamente puede considerarse una, pero definitivamente no lo es.


(Mi habitación en 360º, un lugar al que el Sol, el viento y la escoba jamás llegan)
(Fotografía tomada cuando aún funcionaban ambos focos, hace mucho mucho tiempo)

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