viernes, 20 de abril de 2012

El Salvador

  A veces pienso acerca de la situación del mundo, y lo hago muy seguido; más de lo que quisiera; más seguido de lo que cualquier persona podría considerar normal o incluso saludable. Pienso, y entonces siento muchas cosas. La mayor parte de ellas es frustrante y carcome irreversiblemente la frágil y escasa esperanza que aún queda en mí.
 "¿Qué debo hacer?", pienso una y otra vez como si de eso dependiera mi vida, y tal vez lo haga. No tengo ningún súper poder, o poder, ni siquiera tengo alguna capacidad bien desarrollada o algún talento. ¿Entonces qué puedo aportar a este mundo? ¿Qué puedo hacer para acabar con la corrupción, con los abusos de poder, con la esclavitud, con toda la injusticia y el mal que invaden nuestra sociedad? No llegan muchas respuestas a mi mente, y las pocas que llegan son tan diminutas que si las llevara acabo, sus resultados jamás se notarían. En este aspecto soy demasiado codicioso, y eso me lleva a un estado constante de depresión y desesperación, a un auto-desprecio que me obliga a catalogarme como la peor basura sobre esta Tierra (aunque soy perfectamente consciente de que existen personas que son mucho más basura que yo, y basura demasiado tóxica y contaminante).
 No quiero hacer entrar en razón a una persona, quiero salvar al mundo.
 En este mundo hay suficiente riqueza (tanto la real como la económica) para que TODOS los seres humanos vivamos en condiciones aceptables, buenas, e incluso muy buenas, hasta caprichosamente buenas. ¿Por qué tanta gente tiene que sufrir tanto?
 Entonces miro a mi alrededor, a la gente común con la que deberíamos ser compañeros en esta lucha por un cambio extremo, y pienso: "Vaya... ¿a estas personas quiero salvar?". Primero creía que esa estupidez que encontraba en mi entorno era sólo una excusa para no esforzarme, pero no, esas personas no merecen ser salvadas. Veo la forma en que viven, la forma en que se miran y se hablan, la forma en que desquitan su odio a los culpables contra los inocentes... El tiempo corre frente a ellos y no les importa nada de la persona que está a su lado, sólo quieren aferrarse a una felicidad estúpida sin importarle la miseria que provocan o dejan provocar a su alrededor. ¿Y puedo juzgarlos por eso? Claro que no, todos los seres humanos corremos desesperadamente tras nuestra propia felicidad desde que nacemos, pero la diferencia entre ellos y yo, es que yo soy consciente de mi desagradable y ruin egoísmo, mientras ellos a veces incluso llegan a creer que es "amor" lo que los moviliza.
 En esto se centra nuestro problema (el de la gente común), en nuestro deseo insaciable de ser héroes. Queremos ayudar a los demás, queremos salvarlos porque creemos que podemos hacerlo y que ellos lo necesitan. Pero es obvio que nuestra intención real no es hacer bien al otro, sino sentirnos bien con nosotros mismos, poder pensar "hoy he sido de mucha ayuda... hoy mi vida tuvo sentido" antes de ir a dormir. Los seres humanos somos egoístas por naturaleza, y no tiene nada de malo. El problema es que hacemos funcionar de manera equivocada nuestro egoísmo. Si cada uno de nosotros dejara de mirar a su alrededor para hacerse el héroe solucionando problemas ajenos, podríamos dedicarnos completamente a solucionar los nuestros y todos podríamos aferrarnos a la felicidad sin preocuparnos de que los demás no lo logren.
 Las contradicciones que tengo todo el tiempo asustan, pero es realmente como pienso. Y la verdad, nunca sé lo que pienso en serio y lo que sencillamente invento...

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