miércoles, 4 de julio de 2012

El Iceberg A Mi Lado

 Por eso odio el invierno, porque cuando miro a mi alrededor todos están abrazándose y compartiendo su calor, y cuando volteo para mirar a mi lado, veo un iceberg que no se cansa de soplarme su helado y amargo aliento en todo el rostro y el pecho.
 No importa cuántas veces cierre los ojos ni con qué fuerza los abra, cada vez que miro hacía allí, él está ahí.
 Cuando me distraigo unos segundos, me quita los guantes y empieza a congelar mis dedos, porque no tengo ni bolsillos donde guardar mis manos. Tampoco puedo acercarme a él o cubrirlo con mi abrigo para intentar derretirlo, porque engulle todo lo que le acerco. Es un enemigo que dedicará toda su vida a acosarme, y no tengo más remedio que empezar a saltar y a sacudirme para ver si puedo neutralizar su frialdad.
 A todo mi alrededor hay sonrisas  y redes de dedos, pero yo paso mi tiempo estrellando mis dientes entre sí y cerrando los ojos para ver si en lo más profundo de mí aún queda algún sueño de pie. Mientras, parece ser que mi compañero aumenta su tamaño y disminuye su temperatura, enfriando más allá, y alejando aún más a las cálidas sonrisas que buscan escapar hacia la calidez. A este paso, cuando llegue el verano, el iceberg será invencible sin importar cuántos soles lo ataquen.

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