No
necesito que me ames. Al mirarte, tu reflejo se esculpe en la humedad de mis
ojos, como una gran silueta de luz, y eso me basta para sentir que eres parte
de mí.
No
necesito que me ames. Al estar cerca de ti, cualquier brisa acerca amablemente la
fragancia de tu piel y tu cabello hasta mí, y puedo dar una gran aspiración
mientras cierro los ojos y lleno mis pulmones de ti, lo que oxigena y renueva
mi sangre. Eso me basta para sentir que eres parte de mí.
No
necesito que me ames. Puedo escuchar claramente tu voz, incluso cuando no me
habla a mí, como una tierna y serena melodía que me hace sonreír, como un dulce
y memorable susurro que crea escalofríos de encanto. Eso es suficiente para mí.
No
necesito que me ames. Por las noches, tu idea viene a sanar mi insomnio, y sus
dedos juegan suavemente con mis cabellos hasta que me quedo dormido. Pero luego
sigue ahí, sonriendo a mi lado, hasta asegurarse de que despierte con una
genuina sonrisa, como la suya. Eso me basta, en serio.
No
necesito que me ames, porque te amo, y el amor es desinteresado, filántropo,
altruista, se da sin esperar devoluciones o cambios equivalentes.
Con
tu amable saludo cada mañana y tu cándida despedida cada tarde, es suficiente
para mí, lo juro. Con rozar las puntas de tus dedos cada vez al alcanzarte
algún objeto, es suficiente, en serio. Con verte acomodar ese persistente
mechón tras tu oído, una y otra vez, es suficiente. Con saber que estás cerca
de mí, a tan sólo unos pasos, y poder saltar a ayudarte si necesitas algo o poder
correr a protegerte si estás en peligro, es mucho más que suficiente para mí…
Es todo lo que necesito…